Idioma: Inglés y españolNacionalidad: Nacida en Colombia, ciudadana de los Estados Unidos y actualmente residente en Paraguay.
Nací y crecí en un hogar adventista del séptimo día en Colombia donde mis padres estaban muy involucrados en las actividades de la iglesia y siempre nos animaron a mi hermana menor y a mí a participar activamente en la obra de Dios. Tuve el privilegio de tener un muy buen ejemplo de piedad y devoción, especialmente de mi padre. Su carácter de amor abnegado por la causa de compartir con otros acerca de Cristo fue muy notable y ha tenido una influencia duradera en mi vida. Fui bautizada en la Iglesia Adventista del Séptimo Día a una edad temprana, y a lo largo de mis años escolares estuve muy protegida de toda la influencia “secular” del mundo.
Mis padres siempre tuvieron el deseo de darnos a mi hermana y a mí las mejores oportunidades para un buen futuro y una carrera para servir a Dios, así que cuando Él abrió las puertas cuando yo tenía dieciocho años, dejé mi casa en Colombia para vivir en los Estados Unidos de América para aprender inglés y finalmente seguir una carrera docente. Me gradué de una universidad adventista y tenía la perspectiva de un buen trabajo como maestra de Kinder. Una semana después de graduarme en el 2004, tuve un accidente automovilístico que casi me quita la vida. Tuve múltiples cirugías en mi brazo y pierna izquierdos y estuve en una silla de ruedas durante varios meses y tuve que aprender a caminar de nuevo. ¡Reconocí que Dios había hecho un milagro para salvar mi vida! Poco sabía yo de los planes que Dios tenía para mi vida para cambiar mi corazón y pulir mis asperezas.
Unos años después de casarme, mi esposo Ray Dickinson, que también era adventista, me presentó el mensaje que compartimos aquí en este sitio web. Él estaba completamente dedicado a aprender y a participar en los estudios y decidió dejar su trabajo como maestro para involucrarse aún más en el ministerio. Desafortunadamente, en ese momento yo no estaba completamente a bordo, sin haber reconocido la importancia y la belleza del mensaje, y le hice la vida muy difícil a mi esposo. Su paciencia y oración por mí dio fruto y finalmente me sometí a la influencia del Espíritu Santo y al deseo de mi esposo de seguir el llamado de Dios de servir tiempo completo en Su ministerio con los talentos y recursos que Él nos dio. Dejamos atrás a todos nuestros amigos y familiares y nos vinimos a vivir a Paraguay.
Dios necesitaba alejarnos de nuestros parientes, como hizo con Abraham cuando dejó Ur, para que pudiéramos ser enseñados por Él las lecciones que Él necesitaba enseñarnos acerca de nosotros mismos, para refinarnos como personas, y también para que pudiéramos aprender a los pies de Jesús las doctrinas puras y las verdades que Él está compartiendo con todos los que quieren escuchar Su voz. En toda mi experiencia como adventista, nunca aprendí tanto como desde que me uní a este ministerio. Me di cuenta dolorosamente de la superficialidad de la iglesia y de lo profundamente ligada que está a Babilonia. Habiendo estado en medio de ella, fue difícil reconocer que eso era así e incluso creerlo, pero Dios está compartiendo una verdad certera sobre la condición de todas las iglesias y recordando a cada uno que la Biblia dice que al final de los tiempos, todos Sus hijos serán reunidos en un solo redil que sostiene la verdad y que se identifica con Su carácter abnegado.
Todos aquellos que están dispuestos a estudiar y dejar ir creencias arraigadas que han probado no ser correctas o bíblicas son capaces de recibir el mensaje de Dios para esta hora. Dios es justo, y Su ira se enciende contra toda iniquidad. Que cada uno de nosotros sea un testimonio viviente de lo que Su gracia es capaz de lograr en nuestras vidas mientras nos sometemos a Su mensaje que cambia la vida, cualquiera fuese el costo.
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la hallará. Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma? (Mateo 16:24-26)
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